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Amanecer en Angkor Wat

No te voy a decir que no vayas al amanecer al templo principal de Angkor Wat. Ve. Déjate guiar en la oscuridad hasta los dos lagos que se sitúan frente al edificio, cómprale un café calentito a un vendedor ambulante y espera a que el sol vaya revelándote poco a poco las cónicas torres del templo, que parecen querer perforar las nubes teñidas de azul y amarillo que cubren el cielo.

Pero no creas que conectarte con la joya del Imperio jemer será fácil. Para poder hacerlo tendrás que abrirte a codazos entre las hordas de turistas que llegan en ruidosos autobuses al mismo lugar a contemplar el mismo amanecer que tú, tendrás que colar tu objetivo entre las miles de cámaras, teléfonos móviles y GoPro’s que pretenden captar el mismo momento mágico que tú, tendrás que esperar bajo el sol en interminables colas de extranjeros que, como tú, quieren subir a lo más alto del edificio y ver desde allí la inmensidad del mayor templo religioso del mundo.


No te voy a decir que no vayas al amanecer al templo principal de Angkor Wat. Ve. Pero en tu segundo día aquí, mientras todos los demás se agolpan como ganado encerrado frente al templo principal, tú vete a observar el más sereno de los amaneceres en las antiguas escalinatas que conducen al lago de Srah Srang, siéntate a disfrutar allí del ruido de la selva, desayuna plácidamente en las mesas del único changarrito abierto y vete directamente a Ta Prohm para ser el primero en entrar al templo.




Y allí te pierdes, te pierdes en unas ruinas tan extensas que crees estar solo, solo ante la voraz naturaleza que se come las piedras y las escupe aún más bellas, tan voraz que gruesas raíces de árboles gigantescos destruyen las ancestrales construcciones y las vuelven dependientes de ellas: si el árbol muere, caerán derrumbadas y dejarán de existir para siempre.

Estás tan solo que el único ruido que escuchas es el del crujir de tus propios pasos sobre las hojas secas que cubren el suelo, y cuando oyes de lejos que alguien se acerca no piensas que es un turista, si no alguno de los villanos de Tomb Raider, como llaman ahora los locales a este templo. Así que sigues avanzando a paso firme entre ramas y raíces, entre arcos y columnas, hasta que finalmente das con la salida y la fantasía se esfuma. Están llegando los turistas. Es momento de irse.



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